viernes, 10 de abril de 2009

oleada

julieta venegas (2003)

No quisiera detener esta oleada que me lleva
A dónde,
A dónde no lo sé,
Sólo me muevo con ella.
Y nadie ahí me conocerá,
Y a nadie ahí reconoceré
Pero no tengo miedo.
No quisiera detener esta oleada que me lleva.


Y todo lo que ya viví lo sigo cargando,
Lo llevo muy dentro de mí, nunca lo he olvidado,
Lo siento tan cerca de aquí, lo llevo muy dentro de mí.


Voy en busca de un lugar en este mundo abierto
Donde me pueda yo quedar para empezar de nuevo.
Y nadie ahí me conocerá,
Y a nadie ahí reconoceré
Pero no tengo miedo.


Y todo lo que ya viví lo sigo cargando
Lo llevo muy dentro de mí, nunca lo he olvidado,
Lo siento tan cerca de aquí,
Lo llevo muy dentro de mí.


http://www.julietavenegas.tv/page/2/

¿Qué es lo que hace que nos emocione una canción? Ya sabemos que Schopenhauer dijo que la vida sin música sería insoportable, y la verdad, algunos de nosotros ya nos habíamos dado cuenta sin necesidad de sufrir a filósofos alemanes y tragarnos El mundo como voluntad y representación (hasta el título es ilegible). Pero a lo que íbamos: una canción nos puede emocionar por muchas razones, y a veces no tienen que ver con la perfección formal ni con lo elaborado del tema, aunque todo se valora. Apunto una hipótesis: hay un género de canciones que nos emocionan porque son sinceras, o mejor: porque nos las creemos.

La cancioncita de Julieta Venegas es directa y clara. Es una canción de estructura elemental, diríamos del género pop estándar, y de instrumentación sencilla. La letra en su simpleza (no la publicarán en la Antología de poesía castellana) habla, en primera persona, de cambios; habla vagamente de cosas que uno no controla en su vida y se le llevan por delante, y de nuestra relación con el pasado. Propone una estrategia de aceptación de ese pasado, y una visión de ánimo y fe en el futuro renunciando al miedo, que es la emoción que nos genera más parálisis, la que peor nos hace. La situación que describe no es de plácida tranquilidad sino de crisis, pero la canción es en espíritu y forma coherentemente serena, esperanzada. La pieza tiene cierto aire de himno, y quizá consigue lo que intentan la mayoría de los himnos, que es involucrarnos emocionalmente con lo que dice; pocos serán los que nunca se hayan visto en la necesidad de reinventarse y de asumir cambios en su vida. Si Graceland era la canción de quien se aferra a un clavo ardiendo para reconstruir su futuro de las cenizas, ésta es la canción de quien se deja llevar hacia ese futuro con esperanza y asumiendo su pasado.

Al final, como en tantas cosas, el hecho de que la obra nos emocione o no, supongo que se reduce a si ha sido hecha con el corazón, o mejor, desde las tripas, y si los demás nos lo creemos. Aguantaré críticas, improperios y admitiré que me llamen blandito, lila, nenaza, y que me expulsen del gremio de seguidores de Tom Waits, de los Rollings o de quien sea, pero la verdad es que esta cancioncita de Julieta Venegas, que como ella dice en una entrevista tiene la virtud de admitir ser cantada en un escenario o en un rincón con una guitarra, esta cancioncita, digo, me emociona. Lo siento, machotes.

10.04.09

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