domingo, 22 de marzo de 2009

volver



letra: Alfredo LePera
música: Carlos Gardel


Yo adivino el parpadeo
De las luces que a lo lejos
Van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron
Con sus pálidos reflejos
Hondas horas de dolor.
Y aunque no quise el regreso
Siempre se vuelve al primer amor.
La vieja calle donde el eco dijo
Tuya es su vida, tuyo es su querer,
Bajo el burlón mirar de las estrellas
Que con indiferencia, hoy me ven volver.

Volver,
Con la frente marchita
Las nieves del tiempo
Platearon mi sien.
Sentir,
Que es un soplo la vida,
Que veinte años no es nada
Que febril la mirada
Errante en la sombras
Te busca y te nombra.
Vivir,
Con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez.

Tengo miedo del encuentro
Con el pasado que vuelve
A enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches
Que pobladas de recuerdos
Encadenen mi soñar.
Pero el viajero que huye,
Tarde o temprano detiene su andar
Y aunque el olvido que todo destruye
Haya matado mi vieja ilusión,
Guardo escondida una esperanza humilde
Que es toda la fortuna de mi corazón.


Qué bonito, volver al primer amor. Gardel puro. No, no soy argentino, pero esta canción ya es patrimonio de todos; aunque nos sepamos solamente lo de (por favor, voz engolada): “…volveeeeeer, conlafren-temarchita lasnie-vesdeltiempo platea-ronmisieeeen…”; el resto de la letra, que normalmente el cantor ignora enciclopédicamente, se suele tararear entre dientes o disimular haciendo como que uno apura la enésima copa a las cuatro de la mañana.

La canción es triste, nostálgica más bien. La nostalgia es una cosa peligrosa que ha de manejarse con cuidado. En el escenario anterior, con un alto contenido etílico en sangre, en un setenta por ciento de los casos desemboca inefablemente en la denominada borrachera llorona, harto molesta sobre todo para los acompañantes que han de padecerla y también para el damnificado: para éste, cuando le recuerdan la bochornosa escena al día siguiente, porque normalmente el susodicho, cuando está en fase de llanto irrefragable y aunque no lo parezca, disfruta mucho.

Vamos al tema. Gardel vuelve (da igual donde; el caso es que vuelve). Gardel se encuentra el callejón desolado donde, es de suponer, en su día ocurrió algo memorable, triste y no explicado: “…hondas horas de dolor”. Parece ser que le debieron negar el pan y la sal, sentimentalmente hablando. El no quería recordarlo, (“Y aunque no quise el regreso / Siempre se vuelve al primer amor”) pero lo recuerda. Luego, viene la parte vocativo-etílica: “volver...etc”, al final de la cual los ojos se tornan fuentes, como diría el clásico.

La segunda parte, explica el problema: resulta que, lo que fuera que le pasó, no lo había olvidado: “Tengo miedo de las noches / Que pobladas de recuerdos / Encadenen mi soñar”. El hombre sigue recordando lo que le pasó veinte años antes. ¡Veinte años desde que le dieron calabazas! (presuntamente, diremos). Veinte años dando vueltas al asunto. Hasta a Sabina le fueron suficientes quinientas noches. El término psiquiátrico creo que es neurosis obsesiva. Este es el mensaje oculto, o más bien clarísimo, de la canción: un hombre soltero y viajero, neurótico, vuelve a algún sitio innombrado para recordar algo vagamente amatorio que pasó veinte años antes. El asunto huele a orden de alejamiento o recluso con permiso.

El caso es que la canción gusta mucho, a mí el primero. Es muy conocida y pertenece, como se ha dicho, al cancionero etílico tradicional, con la ventaja de que musicalmente es mucho más aprovechable que “Clavelitos” y “Asturias Patria Querida”. Ello puede ser debido a dos causas: a) al punto de cantarla, la farra ha rodado tanto que ya da igual lo que diga la letra, lo que importa es llorar como sea; b) todos tenemos cierta tendencia a la neurosis obsesiva.

Obviamente, uno se inclina por esta segunda opción. Todos estamos locos.

22.3.09

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