martes, 13 de octubre de 2009

Angelina



Louis Prima

I eat antipasti twice
Just because she is so nice, Angelina
Angelina, the waitress at the pizzeria.

I eat zoop-ing minestrone
Just to be with her alone, Angelina
Angelina, the waitress at the pizzeria.

Ti volglio bene,
Angelina I adore you,
E voglio bene,
Angelina I live for you.

E una passione
You have set my heart on fire,
But Angelina
Never listens to my song.

I eat antipasti twice
Just because she is so nice, Angelina,
Angelina, waitress at the pizzeria.

If she'll be a my My Cara mia
Then I'll join in matrimony
With a girl who serves spumoni
And Angelina will be mine!

Tomo dos veces entremeses
Sólo por que ella es tan guapa, Angelina,
Angelina, la camarera de la pizzería.

Tomo dos veces sopa minestrone
Sólo para estar a solas con ella, Angelina,
Angelina, la camarera de la pizzería.

Te quiero,
Angelina, te adoro,
Y te quiero, y vivo por ti.
Es una pasión,
Has prendido fuego a mi corazón,
Pero Angelina nunca escucha mi canción.

Si fuera mi querida
Entonces me uniría en matrimonio
Con una chica que sirve helados
Y Angelina sería mía.

http://www.youtube.com/watch?v=PIJzpdJIdmI

Salgo de casa medio soñolienta y me dan un periódico gratuito. En un artículo me entero de que “los tatuajes y piercings pueden ocasionar más enfermedades de las que inicialmente se creían”. Me fijo en el chico que está sentado enfrente de mí en el metro. Tiene un tatuaje en el brazo, una figura élfica o hard-rock con un nombre dentro, un nombre de seis u ocho letras (¿empieza por A? No lo sé, no se distingue bien). Se me ocurre que debe ser el nombre de una persona a la que quiere mucho, seguramente su novia o su mujer. No, no es su mujer porque no lleva anillo. Quizá es que ya no están juntos. Se baja en la parada anterior a la mía, donde hay una obra, y por su aspecto pienso que quizá trabaja allí. Luego, a la hora de comer, como siempre atendemos en la hamburguesería a gente de esa obra, es posible que le vea otra vez, o que vea a algún compañero suyo. Pero cuando llega el mediodía ya no me acuerdo del hombre del tatuaje, porque estoy pendiente de otros asuntos: a mi compañera de turno, Angelina, le han dicho que tiene que hacerse unas pruebas médicas para descartar posibilidades; resulta que desde hace un tiempo siente un dolor en el pecho que le preocupa. Le digo que no le dé muchas vueltas, que hasta que se haga los análisis lo mejor es no pensarlo, pero mientras me lo cuenta yo me acuerdo de mi tía Aurora, la solterona de la familia, a la que diagnosticaron un tumor maligno, y que duró solamente diez meses desde entonces. Además hace ahora tres años de eso -el martes fue el aniversario del funeral. No le digo nada a mi compañera, claro, pero me parece un mal presagio. Al llegar a casa por la tarde enciendo una vela y la dejo consumirse, aunque ya no es luna llena, que es cuando enciendo velas a la luna. De repente me acuerdo del hombre del tatuaje. A lo mejor en el tatuaje ponía "Aurora", como mi tía. Pienso que es absurdo -dudo que mi tía conociera a nadie con tatuajes, ¡era tan digna, la pobre! Hubiera salido corriendo. Aunque nunca se sabe: ¿tuvo mi tía Aurora una doble vida? En su casa había muchas fotos, alguna de ellas nunca supimos de quienes eran. Pero en el brazo del hombre también podría poner "Angelina", que también empieza por A. El hombre del tatuaje no estaba tan mal, ahora que lo pienso; no para mí, claro -demasiado mayor- pero sí para Angelina, que tiene ya cerca de cuarenta, se empieza a cuidar menos, como quien asume que ya no hace falta porque no tiene para quién cuidarse. Si uno de estos días el hombre tatuado se acerca al restaurante a la hora de comer, tengo que avisar a Angelina para que lo vea. A lo mejor le gusta.

Cuando se acaba la vela se me ocurre que soy muy fantasiosa, dándole vueltas a historias imposibles todo el día. Aunque bien mirado, todo lo que hay alrededor de nosotros son historias: las noticias de por la mañana, el diario del metro, lo que me cuenta mi compañera, la televisión, el cine, ¡hasta los anuncios de las paradas del autobús cuentan historias!

Sin historias no podríamos vivir. Y la historia del hombre que se enamora de la camarera no es la peor de todas. Con el último humo de la vela que se apaga, me voy a dormir, a soñar más historias.

Pandora.

viernes, 2 de octubre de 2009

mean old Frisco



Bravo Murillo es una calle de lo más variado. A veces bajo por ella desde casi los juzgados hasta Cuatro Caminos, que es la parte más animada; de ahí para abajo, hacia Chamberí, es mucho menos interesante.

Hay dos cosas en esta calle que me gustan. La primera es la gente. La segunda es la decadencia de los edificios, y los comercios y los negocios que hay. La gente es de lo más variado. Un domingo vi un grupo de fieles de alguna iglesia evangélica, iberoamericanos todos, que volvían del oficio vestidos de punta en blanco (¡chicos negros con camisa blanca, corbata y zapatos de charol brillante, mujeres con vestidos y lazos, recogidos en el pelo¡); algunos comentaban cómo había influido en ellos la llegada de Cristo. Las mujeres llevaban pamelas y vestidos de flores. Los más jovencitos, corrían de un lado para otro y disfrutaban del día de fiesta.

Otra de las cosas que me gustan desde hace tiempo -y no tiene nada que ver con lo anterior- es el disco Unplugged de Eric Clapton. A partir de ese disco, y saltando de uno a otro por la discografía de Eric Clapton como si fuera el juego de la oca, he llegado a Slowhand, que es del año 1977. En ese disco hay un blues que se llama “Mean old Frisco”; en él se habla de un San Francisco sucio y miserable, donde se pierden las chicas y los hombres que se van de casa no saben si volverán o no. Todo tiene un cierto parecido, que a lo mejor sólo veo yo, con Bravo Murillo, mi calle favorita de Madrid.

Bueno, pues gracias a Mercurio, que debe ser el dios de Internet, me he enterado de que el que escribió e interpretó por primera vez ese blues no fue Clapton, sino un bluesman de Mississipi llamado Arthur Crudup. La historia de Arthur Crudup es digna de ser contada. Nació en el sur en una familia de campesinos, aprendió el blues en su estado natal y se fue a Chicago, donde se ganó la vida como cantante callejero hasta que tuvo la suerte de grabar algún disco. No tuvo mucho éxito, pero sí se dió el caso de que Elvis Presley interpretara varios temas suyos con gran éxito durante el principio de su carrera.

Vuelvo a pasear por Madrid: hay varios negocios decadentes en Bravo Murillo. Por ejemplo: hay un par de bingos que ocupan un edificio exclusivo, con luces de neón en la fachada y puertas chapadas de latón dorado; gente de lo más interesante sale de los bingos a horas insospechadas. También hay unos cines que cerraron hace tiempo, y sobre la entrada, abierta a la calle, quedan los paneles de los carteles para anunciar las películas, aún con restos de papeles pegados, pero en lo esencial vacíos, como unas cuencas sin ojos que miran a los transeúntes. Hay sin embargo, también, negocios que funcionan bien, como una cafetería italiana donde se sirven calzoni y paninis, pero con la particularidad de que los que la llevan son todos cubanos. Me senté allí un día a eso de las diez de la noche y me reí mucho con la conversación que tenían uno de los camareros -un chico con gafas, de poco más de dieciocho años-, que se estaba cenando un sandwich, una tostada y dos refrescos, y su compañera, que le hacía bromas con que si tendría suficiente o querría también un trozo de tarta mientras preparaba algo en la plancha.

Bueno, pues volviendo a la vida del bluesman Sturup, aunque Elvis usara sus canciones no recibió nada por derechos de autor, y su carrera musical fue decayendo, hasta el punto de tener que volver al sur y trabajar de nuevo en el campo como jornalero. Más tarde unos bienintencionados filántropos le ayudaron a pleitear por los royalties de sus composiciones, pero sin mucho éxito. Al final de su vida volvió a subirse a los escenarios, pero no debio tener mucho éxito.

Hoy me he encontrado en Bravo Murillo, entre las mil nacionalidades que hay, con un viejo sentado en una esquina, tocando el acordeón. No sé de dónde era; no era español, parecía sudamericano, pero lo mismo podría haber sido de otro sitio, porque las arrugas, el color moreno de la piel, los ojos hundidos, podría hacer que perteneciera a muchas razas. Iba de blanco, y su acordeón también era blanco. Me gustaría decir que me fijé en lo que tocaba, pero no es así. Si se me ocurrió preguntarme quién le habría enseñado a tocar, en qué pueblo o que ciudad, si sabría solfeo o aprendió de oído, dónde guardaría el instrumento, si alguna vez habría tocado sobre un escenario o no. Aunque nunca he estado en San Francisco, ni en Mississipi ni en Chicago, se me ocurre que la decadencia y los músicos callejeros deben de tener un aire de familia en todo el mundo.

Al viejo del acordeón no le eché una moneda y ahora, aquí en casa, cuando me he puesto a buscar la historia del bluesman Arthur Crudup, me da un poco de pena no haberlo hecho.

¡Una moneda para cada músico en la calle!

Besos

Pandora

Mean old Frisco
arthur crudup

Well that mean old dirty Frisco and that low down Santa Fe.
Mean old Frisco, and that low down Santa Fe.
You know they take my girl away, lord, and blow back out on me.

Well my mama, she done told me, and my papa told me too.
Mama told me and my papa told me too.
A woman that gets in your face, lord she aint no friend for you.

Well I'm goin away now baby, and I won't be back until fall.
Goin' away, baby. Lord, I won't be back till fall.
If I dont come back by then, Lord, I won't be back at all.

Well that mean old dirty Frisco and that low down Santa Fe.
Mean old Frisco and that low down Santa Fe.
Gonna take my gal away, Lord, and blow back out on me.

Y bien, aquel San Francisco sucio y miserable, y esa parte baja de Santa Fe,
El Frisco sucio y miserable, la parte baja de Santa Fe,
Sabes, se me llevan a mi chica, y la traen volando de vuelta.

Bueno, ya me lo dijo mi mamá, y también mi papá,
Mamá y papá ya me lo dijeron,
Una mujer que se te pone delante, Señor, no es tu amiga.

Bueno, ahora me voy, chica, y no volveré hasta el otoño,
Me voy, chica; Dios, no volveré hasta el otoño.
Si por entonces no he vuelto, Señor, no volveré en absoluto.